por Marcelo Brodsky
Fecha: del 23 de junio al 3 de agosto de 2008.
Proyectos como Nexo, de Marcelo Brodsky – artista también activo en el movimiento de Derechos Humanos –, pertenecen a la emergencia en el arte post-minimalista y post-performance, lo que se puede definir, tentativamente, como memory art, un arte que hace memoria, práctica artística que se aproxima a la prolongada y compleja tradición del art of memory, de las técnicas para recordar, con su mixtura de texto e imagen, de retórica y escritura. Una suerte de arte mnemónico público que no se centra en la mera configuración espacial sino que inscribe fuertemente en la obra una dimensión de memoria localizable e incluso corporal.
Se trata de una práctica artística que vulnera los límites entre instalación, fotografía, monumento y memorial. Su lugar puede ser el museo, la galería o el espacio público. Su receptor es el espectador individual, pero él o ella es convocado no solamente en tanto individuo sino también como miembro de una comunidad que enfrenta el trabajo de la conmemoración.
Gran parte de la nueva obra de Brodsky gira en torno a la memoria de los desaparecidos, ya sea a través de la recreación de un depósito de la ESMA, titulada El Pañol y atestada de los sonidos y olores de ese atroz centro de tortura, o bien de la conmovedora serie de fotografías de los árboles plantados en el Bosque de la Memoria por iniciativa de la Universidad de Tucumán, dedicados, cada uno de ellos, a los desaparecidos de la región. Los in memoriam cuelgan suspendidos de las ramas: fragmentos de escritura envueltos en plástico, expuestos a la intemperie, amarillentos y arrugados, el texto apenas legible. Desde luego, estos árboles rememoran los árboles de Yad Vashem en Jerusalén, que encarnan la continuación de la vida, mientras que la escritura, casi borrada por los efectos de la lluvia y el sol, se desintegrará íntegramente algún día, indicando la transitoriedad de toda memoria humana.
Las obras evocativas de Brodsky están notablemente menos limitadas por convenciones genéricas que un monumento estatal o un memorial público. Los monumentos articulan la memoria oficial, y su destino es ser derribados o volverse invisibles. La memoria vivida, por su parte, se localiza siempre en cuerpos individuales, en su experiencia y su dolor, aún cuando comprometa también una memoria colectiva, política o generacional. Anticipando a Freud, Nietzsche reconoció este hecho evidente cuando dijo: “Sólo aquello que no deja de herir persiste en la memoria”. La fotografía mnemónica de Brodsky es memorable porque brota de una herida profunda y transmite imaginativamente esta experiencia a sus espectadores. (texto extraído do site Museo de la Memoria)
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